«No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni si quiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo, y punto. ¿Sabes?, la gente que no logra conseguir sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos»
/En busca de la felicidad/


Tras recibir ese impresionante ramo de flores, dejamos a la niña con mi hermana en casa, y salimos los dos a probar ‘algo delicioso’. Era parte de la sorpresa que me tenía preparada mi marido.

Entramos en un bar, y K se acercó a la barra y pidió en español ‘dos cafés con leche, por favor’. Era la primera vez en mi vida que probaba un café con un sabor tan distinto! En Polonia se toma café, claro, pero es al estilo turco, muy cargado y sin leche. Éste, en comparación al que yo estaba acostumbrada a tomar, con su espumita de leche, me pareció una delicia! Y a partir de ese momento, me ha dejado cautivada para siempre.

Si os estáis preguntando si dormimos aquella noche en ese colchón encontrado en la basura, os puedo decir que si, y que tuvieron que ser muchas más noches aún. Os podéis imaginar, sin ropa de cama, una manta nos servía de sábana bajera y la otra de edredón. Me daba literalmente asco dormir en esa cama improvisada, sobre todo teniendo en cuenta lo que para mi era normal en Polonia, pero como no había otro remedio, dormimos en el colchón cubierto de mantas, en el suelo de piedra, y sin calefacción la primera y muchas más noches en Madrid.

Al día siguiente, K se tuvo que ir a trabajar. Me quedé sola con mi hija. Otra de las inquilinas, J, también polaca, me prometió enseñarme las tiendas donde comprar comida y necesidades básicas, así como hacerme de traductora personal al principio. Yo no sabía absolutamente nada de español, ni hablar ni escribir… nada. Mis primeras palabras fueron ‘hola’, ‘qué tal’, ‘hasta luego’, ‘buenas noches’, ‘pan’ y poco más.

Ir de tiendas e intentar comprar algo para poder preparar la comida era un viaje increíblemente interesante (aunque teníamos un mercado prácticamente en la misma calle). Lo primero que captó mi atención fue una panadería, con aquel surtido de distintas barras de pan que no había visto en Polonia. Luego, me sorprendió la variedad y colores de las frutas y verduras, y tantas naranjas y mandarinas como tipos de manzanas tenemos en Polonia,… piñas al natural, no enlatadas!

Cuando llegamos a la altura de la carnicería, me quedé con la boca abierta. Eso de que el carnicero te cortase las piezas del pollo de la manera que le pedías o cómo cortaba los chuletones,  era algo que me podía tener allí parada durante minutos! En Polonia esto sólo existía en los pueblos, cuando se hacía la matanza y la gente podía comprar directamente las piezas de carne, pero lo normal era que en los supermercados pudieras comprar sólo la carne ya cortada y empaquetada.

Mi nueva amiga polaca, J me ayudó a hacer la compra para poder preparar algo de comida, me enseñó los supermercados más próximos, algunos sitios dónde podría jugar con la niña, columpios, toboganes de distintas formas, el centro de salud…
Cuando volvíamos a casa, me preguntó si me gustaría conocer a otra chica polaca que trabajaba al lado, en una tienda de alquiler de películas de vídeo. Como la verdad es que no tenía muchas más cosas que hacer, acepté sin dudarlo.

Al entrar en la tienda, vi una chica rubia, bien vestida y maquillada, con unos preciosos ojos de color verde, que me dio una muy buena primera impresión. Estaba sentada detrás del mostrador y miraba un ordenador. Al vernos, nos dijo ‘hola’ en perfecto español y sonrió. J empezó a hablar con ella en polaco, y le comentó que tenía dos nuevas inquilinas en casa. La chica se acercó a nosotras y se presentó ‘Soy A, qué tal estáis?’ Para mi sorpresa, se llamaba igual que yo y al comentarlo, empezamos a reírnos. J se tuvo que ir a casa muy pronto porque trabajaba por la tarde, así que pude quedarme con A y mi hija un poquito más, para hablar y conocernos mejor. Al contarle mi historia, de cómo vine a Madrid, qué sucedió para tomar la decisión de mudarnos, ella me contó la suya; Estaba casada con un español, vivía en un piso en otra parte de Madrid y según mi impresión, llevaba una vida perfecta, aunque posteriormente me di cuenta de que no era del todo feliz ..

Tengo guardado un recuerdo muy bonito de aquel momento tan especial; una foto de aquella tienda, y de A con mi hija sentada en su regazo, enseñándole a escribir en el ordenador… ojalá pudiera añadir esa foto en mi blog y mostrar a todo el mundo una persona sincera, espontánea y de buen corazón! Mi primera amiga del alma, aunque para mi fue como una segunda hermana.

Nos costó mucho separarnos aquel día y abandonar el videoclub, ya que las dos estábamos muy cómodas la una con la otra, hablando y contándonos nuestras cosas, así que decidimos quedar el día siguiente y seguir con aquella conversación tan intensa.

Al volver a nuestro dormitorio tuve que ocuparme de nuestras maletas, organizar todo un poco, pero al ver tan poco sitio en nuestro único armario, decidí abandonar esa idea para más tarde y ocuparme mejor de la comida.

Más tarde, cuando mi hija se echaba una siesta, comencé a pensar de qué modo podía aprender español y así sentirme algo más independiente y por qué no, parecerme un poco más a mi amiga A. Para mi ella era un ejemplo a seguir, así que lo primero que hice fue encender la tele y ver… las noticias!.  Aunque todo me sonaba a ‘chino’ estuve escuchándolo con atención para poder entender alguna palabra suelta, y anotarlas de oído. Fue un trabajo muy duro, jajaja, por lo que al final abandoné la idea un poco frustrada. Estuve también mirando la prensa rosa que tenía mi hermana en su cuarto, pero no entendía nada, y lo único que podía ver eran fotos de la gente guapa y rica, sin problemas como los míos…
El hecho de sentirme tan inútil por no poder comunicarme correctamente ha generado en mi una invisible fuerza interior que me ha ayudado para poder aprender el idioma cuanto antes.

Por la noche, cuando ya todos volvieron, les he preguntado dónde se pueden conseguir libros, diccionarios,… cualquier cosa con la que pueda empezar yo sola a aprender español. Por suerte, tenían un libro en casa que podía servir como referencia de momento y aumentar mis posibilidades de aprender palabras o frases sueltas.

…Aún sigo viendo todo de color rosa…